Dice mucho del carácter irlandés el hecho de que todo un barrio de Dublín lleve el nombre del primer pub de la zona, el Temple Bar. Ya que tomar una pinta de Guinness en los bares de Temple Bar es una religión para los dublineses, nosotros te vamos a llevar de peregrinación.
El tabernero sirve la cerveza sin el símbolo del trébol tallado en la espuma. Vaya decepción. Sin embargo éste es el Temple Bar, el epicentro de todo lo irlandés y urbano, y mientras la clientela de edad y procedencia diversa levanta el codo y escucha a banda de música irlandesa tocar en directo, más gente entra para disfrutar del rock que pronto emitirán los amplificadores hasta las 2 de la mañana. Se bebe, se ríe y se mueve la cabeza con el ritmo, pero parece que nadie se pelea. Otro mito derribado.
El Temple bar fue creado en un área anteriormente portuaria del lado sur del río Liffey, siendo presuntamente el primer pub de la zona, (fue constituido en 1840), y un referente para los que se irían estableciendo con posterioridad. Con un precio de unos 5 Euros por cada pinta, y con la prohibición de fumar que comparte con todos los demás bares de Dublín, recibe amistosamente al viajero anónimo que acude tentado por el color rojo intenso que exhiben sus muros exteriores.
El barrio obviamente no se queda en pub que le da nombre, sino que presume además de gran variedad de bares de estilo tradicional y de discotecas para los más jóvenes. No sorprende en absoluto que Temple bar sea el punto de ocio nocturno por excelencia de la ciudad. Entre los pubs más destacados están el Fitzsimmons, el Purty Kitchen o el Turk’s Head, todos fáciles de encontrar deambulando por las calles del distrito. Tras un par de sabrosas pintas de Guinness en los pubs de la zona, (o más… no estamos aquí para juzgar a nadie), será posible comprender por qué los dublineses pintaban las puertas de sus casas de brillantes colores; para no confundirse de hogar al regresar del pub.
A estas horas y con el estímulo de la cerveza ya habrá aparecido el hambre, pero no hay problema. Varios restaurantes de Temple Bar preparan cocina irlandesa para sus comensales en horario de cena irlandés (entre las 20:00 y las 21:00), con recetas simples pero contundentes, y en general merece la pena probar el salmón que ofrecen tanto al natural como ahumado. Debido a que algunos restaurantes racanean con el sabroso pez, es conveniente pasearse por el pub Farringtons de East Essex Street y probar su «Beef + Guinness Casserole», un excelente plato de carne guisada con salsa de Guinness, cuyas raciones son dignas del estómago del viajero que ha estado visitando la ciudad.
Somos plenamente conscientes de que existe tanto el hambre como el HAMBRE, por lo que recomendamos que los visitantes de buen comer se acerquen al Thunder Road Café, un restaurante sacado directamente de la película Grease por un huracán y depositado en la calle Temple Bar, que sirve las hamburguesas más enormes de la isla y seguramente del continente entero. Es difícil imaginar una porción de carne más masiva fuera de los Estados Unidos que la que ofrece el mencionado restaurante. La sal de frutas por desgracia no está incluida en el menú.
Con el estómago satisfecho podemos dirigirnos a Buskers, una discoteca de la calle Fleet para menores de 30 años en la que la música de moda anima la noche hasta las 3 de la madrugada cada sábado (2 y media si es viernes) y cuya entrada es gratuita. Para los más jóvenes, cruzando el río Liffey se halla Zanzíbar, club de ambiente universitario en el que a pesar de que el pase cuesta 15 euros, no siempre está garantizada la entrada si por alguna razón no fueras apreciado por los vigilantes de la puerta. (Explicar tu nacionalidad y cómo te gusta Irlanda suele funcionar para obtener el acceso).
Y finalmente está la locura verde que sacude la ciudad en sus fiestas de San Patricio. Apunta marzo en tu calendario, no te arrepentirás… ¿O tal vez sí?